Thursday, March 02, 2006

¿Somos empáticos con quienes nos rodean?

¿Soy empático con quién me rodea?.Debería preguntarme siempre, con la única y exclusiva finalidad, de saber por el otro. ¡Qué hago para ser empático¡. ¿Cuàl es mi actitud con quién me necesita?. Escucho al otro y le entrego mi aliento.

Estoy en mi trabajo y dije: cuán empático soy con mis colaboradores, con mi familia y con kis amigos. Les muestro un artículo que saqué de Internet, deseo lo lean, lo mediten y principalmente lo practiquemos. Les aseguro que seremos MEJOR COMPAÑERO, MEJOR AMIGO, MEJOR PADRE Y MEJOR JEFE DE HOGAR.

Victoria Cardona

La empatía
Vivir la empatía consiste en hacer el esfuerzo para reconocer y comprender los sentimientos y actitudes de las personas, así como las circunstancias que los afectan en un momento determinado.
Todo ser humano necesita tejer a su alrededor relaciones humanas satisfactorias, tanto las familiares como las ajenas a este ámbito. El bienestar emocional depende, en buena medida de la capacidad que se tenga por conseguir este objetivo. Es seguramente la comprensión de los sentimientos de los demás la llave para una convivencia satisfactoria, a parte, desde luego, del conocimiento de la propia manera de ser, que incluye calidades y limitaciones. Toda esta comprensión no depende de la simpatía, que nace muchas veces espontáneamente, sino de lo que denominamos empatía.
Ciertamente que, cuando “calzamos los zapatos” de los demás y andamos juntos un rato estamos siendo empáticos. Gandhi nos lo recordaba cuando decía: “las tres cuartas partes de las miserias y malos entendidos en el mundo se acabarían si las personas se pusieran en los zapatos de sus adversarios y entendieran su punto de vista”. ¿No se comprenderían mejor las alegrías y preocupaciones de los familiares y amigos y estaríamos más capacitados para animar y ayudar si nos pusiésemos en su sitio?
Recuerdo una joven amiga mía que me explicaba que a medio hablar de un problema suyo con su madre, ésta (seguro que con muy buena voluntad) la había interrumpido diciéndole: “no te preocupes con el tiempo esto se arregla”. El caso es que aquella joven no se había notado nada comprendida, necesitaba de la empatía y del conocimiento de su madre de la totalidad de su problema pero la confidencia y la comunicación había quedado recortada. Lo que le sucedió a mi joven amiga con su madre es parecido a la situación de aquel pobre enfermo que a punto de ir al quirófano, por una operación de riesgo, se le dice con cara alegre (también con muy buena voluntad): “todo se resolverá inmediatamente”, cuando lo que necesita es una persona que le dé soporte y, le dé la mano para darle cariño y comprender su sufrimiento.
Podría ser habitual que no supusiera ningún problema expresar lo que sentimos o tratar conflictos, cuando el interlocutor es un amigo o un compañero de trabajo, en el caso de que haya una buena sintonía, pero se puede hacer más complicado con algún familiar; la convivencia del día a día puede ser mas costosa Sería deseable y casi parece natural que entre familiares no hubiera problemas de convivencia. La realidad es que los hay, algunas veces hay falta de entendimiento o discrepancias que afectan mucho más.
Los vínculos que dan el calor familiar hacen que se cree un vínculo afectivo que no se encuentra en otros entornos. Cuando encontramos que tenemos la sensación de mala relación con algún familiar, el dolor es más fuerte; incluso nos puede afectar la salud. A este respecto, John Cacioppo, profesor de Psicología de Chicago escribe: “Las relaciones más importantes en nuestras vidas y las que más incidencias parece que tienen sobre la salud son las que mantenemos con las personas que convivimos cotidianamente”.
A menudo quisiéramos resolver un problema familiar y nos preguntamos el por qué de aquella situación incómoda: “¿por qué no puedo comunicarme con este hijo, con mi marido, con mi esposa?”, o bien “¿por qué los nervios no le dejan o no me dejan razonar?” La respuesta la encontraremos reflexionando para entender y saber que es lo que realmente se necesita en aquel momento: ¿…observar callar, esperar, buscar el momento oportuno para hablar, tener la empatía suficiente para leer emocionalmente al más próximo?
La comprensión que dedicamos a la familia y a los demás es la mejor garantía para vivir la empatía, esta habilidad que nos ayuda al bienestar en la convivencia.

Espero saquemos conclusiones positivas y mejoremos nuestra relaciones personales. Muchas personas nos necesitan y nos están esperando. Recibamos al que nos necesita con los brazos abiertos y les apuesto que dormiremos con la conciencia más tranquila.

Saludos fraternales.

Pablo Lillo

1 comment:

Anonymous said...

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